“El marabú, la flor, el heliógrafo del corazón.

Los dragones andando de puntillas porque duerme San Jorge”.

Gastón Baquero

Llega la niña a la galería y se arremolina ante tanta aparente mansedumbre. Llega de puntillas y se detiene de frente a las flores. Pretende ser tragada por ellas, exacerba su animal instinto de caer en las abiertas fauces de esas plantas erectas. No sabe exactamente qué deseo la empuja. Si la flor, los labios de la flor o el tallo de la flor. Se mantiene a tientas, como con un vértigo inocente, como aterida.

Tomás Esson, Oráculo, 2017, Industrial paint on canvas, 120 x 228″.  Fredric Snitzer Gallery, Miami, 2017

Piensa, quizás, en la facilidad con que otros pueden recrear para ella sus instintos voraces. Piensa en el color, en el empaste pictórico, en la avidez clitorial de aquel Oráculo. Piensa en la inmensidad del lienzo. Piensa, por supuesto, en el artista. Nunca ha dejado de pensar en él. Lo ve amparado tras aquellos desbordantes y olorosos ramos, como en un templo, como en un sagrado escenario. Desde allí, atrincherado en su juego de pintar en serio, Tomás Esson la saluda y la galería Fredric Snitzer le da la bienvenida.

Tomás Esson, Real change, 2008, Oil on linen, 50 x 94″.  Fredric Snitzer Gallery, Miami, 2017

Ella toca la pieza con la palma abierta de su mano, la prueba. Desde el primer bocado halla el sabor curtido de la vegetación transplantada, crecida en otros horizontes, en otras pautas; una vegetación híbrida, jugosamente mórbida como bandera americana con acento ruso. Supone que mucho de ese buen gusto que se le antoja deviene de la cosecha ochentiana, y sus fuertes raíces. ¡Esos ochenta en Cuba!, exclama la niña con nostalgia, mientras los otros niños, la miran asombrados desde otro idioma y otra geografía. ¡Esos ochenta vigorosos, ese “renacimiento cubano” que tan grandes nombres regaló al mundo! Recuerda la niña aquellas obras de Tomás Esson que en otras vidas también supieron provocarle el caos desde su antiguo pupitre de estudiante. Recuerda la niña los animales antropomorfos y grotescos que casi no cabían en la superficie del cuadro, políticamente incorrectos, impúdicos, morbosamente sexuales, exquisitos. Y tiembla la niña de frente al Retrato No. 6. Se reconoce.

Tomás Esson, Retrato No. 6, 1995, Oil on linen, 68 x 68″.  Fredric Snitzer Gallery, Miami, 2017

En el punto final de aquella bocanada exorcizante, encuentra, con cierto alivio y turbación a un tiempo, un ligero sabor de antepasados. Le viene un gusto como a Umberto Peña, como al contenedor colmado de fluídos que es la obra vigorosa e ímpudica de ese otro grande. Traga la niña con prestancia freudiana, con encono, con profundidad… Nadie le advierte el peligro que corre, aluciando como está, es muy posible que en segundos San Jorge se despierte y tenga ella que atrincherarse en la maleza erótica que ya la inunda.

Para ese entonces, habrá que escupir las flores, chupar las flores, morder las flores. O hacer una revolución.

Tomás Esson, WET drawing series, 2017, Charcoal on paper, 11 x 8.5″.  Fredric Snitzer Gallery, Miami, 2017

* A propósito de la exposición personal  Miami Flow ( Tomás Esson, Marzo 23- Abril 20, 2017, Fredric Snitzer Gallery)

Roxana Martínez Bermejo, La Habana,1992. Historiadora y crítico de arte

Licenciada en Historia del Arte por la Facultad de Artes y Letras de La Universidad de La Habana. En el presente se desempeña como redactora de revistas especializadas de perfil independiente (AMANO: Oficio & Diseño, y FullFrame). Merecedora por su libro Bitácora del sujeto ausente, del Primer Premio Novel Internacional de Poesía Universitaria “Cátedra Miguel Hernández” de la Universidad Miguel Hernández de Elche, Alicante (España, 2016). Participante en diversos eventos nacionales e internacionales, relacionados con la cultura caribeña y latinoamericana. Textos suyos de perfil investigativo han sido publicados en espacios como la revista y el Tabloide Artecubano y el portal digital cinematográfico Cuba Now.