Acerca del concepto de Arte y el coleccionismo en los nuevos tiempos

 

by Roxana M. Bermejo.

Llevo varios años intentando atrapar “el Arte” en la totalidad de su concepto. Nunca he podido. Existen siempre áreas que se me escapan, ideas inteligibles que exceden el límite de mi pesquisa por amplia que esta sea. Quizás por ello, he tenido que aceptar, de a poco, lo que otros ya antes habían acuñado: “una imagen vale más que mil palabras”. Sin embargo, a la postre de este camino, también se me ha demostrado que el hombre es un ser conceptual, idiomático, que gusta de aprehender y sintetizar todo lo que le rodea. De ahí entonces que, de ser imprescindible hallar una definición aceptada para el arte esta coincidiría, según mi horizonte de expectativas, con la “Teoría Institucional” de George Dickie, según la cual (y sobre todo de frente a la producción moderna y contemporánea) una pieza es una obra artística si, y solo si, esta pertenece al “Mundo del Arte” (galerías, museos, academias, centros legitimados culturalmente). En este espacio, de naturaleza reducida y elitista, entran en juego diversas entidades que lo mismo definen, que patentizan o censuran los caminos, la difusión, la acogida, el valor de una pieza y de su autor. Dentro de este grupo nobiliario se encuentra, como uno de los principales renglones, el coleccionista de arte.

Jose Bedia Nkuyo Campo Nfinda,2015 acrylic on canvas

José Bedia, Nkuyo Campo Nfinda, 2015, acrylic on canvas, 120 ½ x 70”

Lo anterior podría ser explicado en un centenar de páginas o en una línea: la obra, engrosada en su valor de cambio, al ser coleccionada se presenta como una gran inversión. Detrás de cada buen artista, por lo general, existe un mecenas patentándolo: Sandro Botticelli y Lorenzo de Médici, Caravaggio y el Cardenal Francisco del Monte, Gustave Courbet y Alfred Bruyas, Pablo Picasso y Gertrude Stein, Jackson Pollock y Peggy Guggenheim…. Así hasta llegar a los días que corren, donde nombres más cercanos, como Ella Fontanals-Cisneros, Jorge Pérez, Rosa y Carlos de la Cruz, y la familia Rubell, redireccionan y transforman el entramado artístico contemporáneo. A esta lista de coleccionistas ha venido a sumarse en los últimos tiempos Leonardo Rodríguez, cubano radicado en Miami quien desde hace poco menos de treinta años se orienta a la salvaguarda y respaldo de la producción de los creadores de la Isla.

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Ciro Quintana, Chronicles of a Cuban Art, 2017, mixed media, 84 x 270 .”

La labor de Rodríguez como “colector de arte” comienza en la compleja década de los noventa del pasado siglo, aún desde su territorio nacional, donde debuta como coleccionista de antigüedades. Desde este escenario, poco a poco su gusto se decanta por las artes plásticas, dado su interés por “la autenticidad y el aura” que caracteriza esta producción. Bajo estas luces, resulta interesante el dato de que, cuando Leonardo emigra de Cuba, lo que trae consigo son, precisamente, doce pinturas que serían la génesis de lo que es hoy su tesoro.

Una vez radicado en Miami, esta talada muestra inicial (bien limitada con respecto a las piezas que no salieron de la Isla) se fertiliza paulatinamente y comienza a crecer con mayor brío, abriéndose al ambiente multicultural que prima en la ciudad norteamericana, pero sin dejar de privilegiar su raíz cubana. Nombres como René Portocarrero, Cundo Bermúdez, Pedro Pablo Oliva, Gina Pellón, Tomás Esson y Reynerio Tamayo vienen a engrosar las listas de su comitencia. Ante esta pluralidad de autores, todos diferentes en cuanto a temáticas e inclinaciones, me he cuestionado en diversas instancias qué es exactamente lo que busca Leonardo Rodríguez a la hora de seleccionar una pieza como parte de su colección. Su respuesta rápida siempre ha sido la misma: “Necesito una obra transparente, que exprese todo lo que expresa su artista, que el artista se traduzca en ella aunque no sea de manera literal. No tengo otro modo de entender el arte, no puedo leerlo si no me resulta creíble”.

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Rubén Torres Llorca, Las armas secretas, 2012, mixed media, 38” x 37” x 17.”

Ahora bien, es importante aclarar que la carrera de Leonardo como coleccionista ha experimentado un gran salto en el último año debido a un suceso de máxima importancia no solo para él y los autores que lo acompañan, sino también para la escena artísica en sentido general: el nacimiento de Kendall Art Center (KAC), organización que abrió sus puertas al público el 15 de julio de 2016, y que -no obstante su corta edad- ya merece una presentación detenida.

Kendall Art Center se crea con la intención de acercar la colección de Rodríguez a la comunidad, propósito que ha venido cumpliéndose a lo largo de estos doce meses a través de diferentes muestras personales y colectivas, donde los artistas emergentes y consolidados hallan un espacio de diálogo fecundo y ameno. Nombres como Sandra Ramos, Pedro Ávila, Lisyanet Rodríguez y Maikel Domínguez han desfilado y dejado su impronta en las paredes blancas del inmueble. A lo anterior se suma que cada una de estas exposiciones (diez en total hasta la fecha) se ha hecho acompañar por la presencia de firmas de gran reconocimiento dentro del entramado cultural miamense, como Janet Batet, Aldo Menéndez, Henry Ballate y Píter Ortega, críticos que han colocado su mira sobre la producción plástica que se arremolina en torno a KAC y han hallado en sus salones espacio para el debate en actividades de diversa naturaleza, como presentaciones de libros, conciertos de piano y música lírica, visitas guiadas a estudiantes de arte o interesados de manera general, y participación en eventos académicos bajo el nombre del centro, como es el caso de la “Eleventh Conference on Cuban and Cuban-American Studies”, celebrada en The Florida International University (FIU).

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Sobre estos pilares, KAC se ha convertido –como así lo afirma “The Miami Herald”- en una de las mejores opciones culturales, no solo de Kendall, espacio que ya echaba de menos una iniciativa como esta, sino de la ciudad de Miami analizada en su totalidad. A consecuencia de su fundación y de la interacción constante con los artistas que ha propiciado la misma, la colección de Leonardo Rodrígez ha crecido en aproximadamente un 40%, depurándose en firmas y orientándose hacia un perfil pluralista donde, no obstante, sobresale la creación de los autores consagrados de los ochenta en la Isla, analizada esta en su continuidad y vigencia, ya no como algo estático o arqueológico. Este planteamiento lo podemos comprobar con solo una mirada a las exposiciones que se han realizado en el centro sobre la obra actual de Ciro Quintana, Ana Albertina, Pedro Vizcaíno, y José Bedia. Por citar un ejemplo, vale aclarar que la colección Rodríguez se ha duplicado durante el año en curso en el número de piezas de la autoría de este último creador (José Bedia), nombre cimero de la plástica cubana de todos los tiempos. Lo anterior convierte la colección Rodríguez en una de las muestras de obligada consulta para el estudio del pintor, debido a la presencia en la misma de obras como “Chicomoztoc Tzotzompan Quinehuayan”, que fuera participante en la primera Bienal de La Habana en 1984.

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José Bedia, Chicomoztoc Tzotzompan Quinehuayan, 1984, acrylic and oil on canvas. 127 x 103”.

Llegados a este punto, creo también atinado referirme a la figura de Leonardo como coleccionista. Su modus operandi implica la cercanía y el trato directo con el artista. Busca conocer las circunstancias de la creación, estudiarla, aprender de ella, recibirla de la propia mano del autor siempre que esto sea posible. De ahí que predominen los nombres contemporáneos en sus arcas y se brinde especial valor a la obra fresca, viviente, que transpira… Su interés es dar paso a la creación sin ningún tipo de barreras. En este sentido, la colección, que hasta el momento había estado más enfocada en las llamadas tradicionalmente “bellas artes”, ha encontrado luego de la creación de KAC un lugar también pujante para otras manifestaciones como la fotografía, el video-arte, la instalación y el performance… expresiones que tuvimos la suerte de atender durante la semana de Art Basel, y que se pronostica participen aún más activamente en próximas exposiciones del centro.

De esta manera va perfilándose el mañana de KAC, no solo como una galería o un espacio museal para acoger la muestra de Rodríguez, sino como un escenario vivo para la comunidad, un archivo de obligada consulta para las nuevas y no tan nuevas generaciones. Luego de este recorrido, solo me resta agradecer lo que cualquier amante del arte agradecería: una propuesta tan vigorosa, tan prometedora y tan sólida como lo es la colección de Leonardo Rodríguez y su iniciativa de Kendall Art Center. Sea este primer acercamiento, entonces, tan solo el vestíbulo de lo que será su proyección en un futuro cercano, proyección siempre orientada al perfilamiento de nuevas rutas investigativas, historiográficas y creacionales.

 

Roxana M. Bermejo, La Habana,1992. Historiadora y crítico de arte. Licenciada en Historia del Arte por la Facultad de Artes y Letras de La Universidad de La Habana. En el presente se desempeña como Editora de revista académica de perfil independiente Art-Solido. Merecedora por su libro Bitácora del sujeto ausente, del Primer Premio Novel Internacional de Poesía Universitaria “Cátedra Miguel Hernández” de la Universidad Miguel Hernández de Elche, Alicante (España, 2016). Participante en diversos eventos nacionales e internacionales, relacionados con la cultura caribeña y latinoamericana. Textos suyos de perfil investigativo han sido publicados en espacios como la revista y el Tabloide Artecubano, AMANO: Oficio & Diseño, FullFrame, y el portal digital cinematográfico Cuba Now.

 

3 comments

  1. Exelente trabajo Rozana!!
    Hablando del arte (separado del coleccionismo) Me ha recordado una de las descripciones de José Martí: El arte es el hombre escapado de si mismo.
    Gracias por lo que haces…

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