por Aldo Menéndez.
Terminada la Segunda Guerra Mundial el modelo de separación del cartel utilitario, del artístico, división arraigada en Estados Unidos, empieza a adoptarse en todas partes, las características del reclamo funcional de la Bauhaus seden espacio ante el cartel sicodélico y los del Rock con tipografías integradas como en el Art Nouveau y el Dada, en correspondencia con estilos muy personales (recuérdese Lautrec, Mucha y Picabia entre otros.), así se establece en la prodigiosa década del 60 una suerte de confusión cartel-cuadro como la denomina Pierre Cabanne. Entonces numerosos artistas Pop provenientes de las filasde la publicidad se integraron a un ambiente marcado por el Neo-dada, que se afincaba en sociedades altamente desarrolladas, incorporando a la iconografía del arte, al cuadro, la imagen de marcas y objetos de consumo.

Hay artistas como Jorge Rodríguez Diez (La Habana, 1969) conocido por R-10, que en cuando la vida los coloca en la perspectiva adecuada para analizar acontecimientos sepultados en la memoria colectiva se echan al hombro la tarea del arqueólogo, de desenterrar e interactuar con testimonios del pasado. Y esto también viene a colación, porque, existen dos momentos estelares de nuestras artes gráficas; el que nos dejó el inicio del siglo pasado (1900-1933), el tiempo de los ilustradores, y otro protagonizado por el diseño -en particular por el cartel-, a partir de la toma del poder por la Revolución, en 1959, que se extendió hasta el Congreso de Educación y Cultura de 1971; en gran medida olvidados durante muchos años, opacados por la pintura y la política. Aunque a fin de cuentas, ningún movimiento artístico o sistema político ha logrado condenar para siempre al ostracismo ningún segmento pasado… que una y otra vez reaparecen.
Imposible escribir de la segunda mitad del siglo XX y los inicios del XXI, sin destacar el papel que en Cuba siguió jugando el diseño gráfico, el dibujo, la fotografía y el grabado -después de 1972-, a manera de nutrientes de las mal llamadas artes mayores. De suerte que las siguientes tendencias ingresadas y asimiladas en la isla, surgidas en las grandes metrópolis occidentales como el Pop, el fotorealismo (hiperrealismo), y las propias extensiones del pop , reflejaban una acentuada preferencia por formulaciones de la gráfica –así se comportó incluso, nuestro conceptualismo-, haciéndose reconocibles en ellas ese tipo de calidades que llegaron a ocupar primeros planos. Sin olvidar el arrollador influjo del cartel cultural polaco que al igual que el japonés repercutieron profundamente en Cuba; debido a que las expresiones culturales les permitían a sus creadores una mayor libertad imaginativa, a la par abiertas a las nuevas técnicas y recursos gráficos. Trayectoria que hasta hoy permite ver aparecer a autores de la estatura de R-10, empeñados en reinterpretar discursos cartelísticos históricos, haciendo interactuar sus códigos frente a realidades tecnológicas y sicológicas del presente o frente a frustraciones, carencias y lagunas que afectan a sus conciudadanos de hoy.

Son mensajes e iconos empolvados que encuentran nuevos acotejos al participar de la obra de R10. Hoy –ya se sabe- hasta lo más inadaptable del ayer es susceptible de ser manipulado o citado libremente dentro de las artes visuales. La postmodernidad abrió de golpe todas las fuentes, haciendo que el reflejo, la apropiación y el reciclaje en este terreno, dejasen de ser pecados capitales.
Jorge Rodríguez Diez, lleva esa transgresora actitud mas lejos que muchos de sus antecesores; tomando unos estratos iniciales de la propaganda de la Revolución cubana, para hacer con ellos verdadera ingeniería visual. Sometiendo en su laboratorio de experimentación una emblemática muy superada, al contacto con una narrativa en progreso. Unas representaciones casi extinguidas, son hechas reaccionar como siluetas en sombra, ante símbolos vueltos a cocinar. Metáforas desenterradas y metáforas vivas de diferentes utopías, son acopladas por R-10 a un paisaje con lo justo imprescindible, casi esquemático pero cargado de placer estético y parodia. Parte de ese goce está dado por el uso del color que se proyecta suave sin estridencias contrastando luces y sombras con tonalidades frías.
La poética artística de Jorge Rodríguez Diez, desde la orilla del diseño, se va problematizado con los dilemas sociales que envuelven la actualidad, pero solo al liberarse del ejercicio de la profesión, despojada del peso del encargo, de lo funcional (utilitario) y del mensaje preciso, sus productos llegan a estar cada vez más cerca de la pintura. Lo retro entra en escena en su obra motivando la sátira y el humor, puestos en línea con la inmediatez, a partir del concurso del espectador. El vintage, en forma de publicidad comercial activa la ambigüedad a través de anuncios simulados donde ciertas expectativas del observador avisado, acaban traduciéndose en mezcla imprecisa o sugiriendo en su mente contrasentidos, induciendo las mas diversas asociaciones con la realidad local e internacional.

Las de R-10, son obras que procuran imponerse de una sola vez, aunque incorporen cintillos, apoyos en letras chiquitas y un clima de incertidumbre, porque generalmente resultan un campo para dejar sembrados sus patrones, lemas e indicaciones. Precisa y sutil mitología individual, operando con atributos recuperados y tropos. Un aporte decisivo de Jorge es sin dudas, precisamente ese de entregar una imagen empaquetada a manera de juego para armar; pero sin las instrucciones. Ahora bien nada de esto puede ser debidamente analizado sin entrar en contacto directo con sus obras, porque en la piel de estas, hay efectos sensoriales, acabados y texturas que también conectan con los medios originales de los que nacieron anuncios comerciales y propagandas políticas.Tales operaciones semióticas las produce R10 como si quisiera colocarle una máscara a cada símbolo y forzar así lo mas posible su interpretación, incluso a las atmósferas que concibe, le da un carácter emblemático, al que le atribuye un rol situacional, que puede orientar al observador en dirección a determinado legendario escenario.
Existe en él una propensión por lo enigmático y complicado, aunque haga imperar la sencillez y sobriedad de la composición, de los efectos desplegados y manipulaciones digitales. Su frugalidad es aquí, para mi, antitesis, una reacción que él mismo se impone para contradecir las miles de aristas que le impone la vida cotidiana en Cuba: exuberante hasta marear, groseramente subrreal, de agotadora sensualidad, cuya mística política se perdió.

on view at Kendall Art Center.
Opening Feb 15, 2019.
The exhibition will continue until Mar 29, 2019