¿Qué hago con tanta esperanza?
Se me desborda de entre las manos
La tengo presente y en frente de mi
Puedo sentirla alrededor
Y al agarrarla se escabulle de entre mis dedos
Pero sigue ahí
¿Y qué carajo hago yo con esto?
¿Con ser una persona de esperanza?
¿Esperanzador?
¿Vivaz?
¿Positivo?
Yo…
¿cuando fue que crucé de vereda?
El que una vez fue un esclavo del absurdismo
y discípulo a conveniencia del nihilismo,
se sorprende.
Me sorprendo.
Siempre.
la neblina de la tarde me arropa
Y la esperanza sopla olor a lavanda sobre mi
Es leve.
Suave.
Tenue.
Como si caminara de puntillas para no asustarme. Es astuta. Pues siempre que quiero ahuyentarla ya es demasiado tarde.
No me ha quedado de otra que ser roble,
aquí, en estas cumbres
donde me crié siendo enebro
retorcido por los años,
Y el frío mirar de los dioses del tiempo me hacen compañía.
Se me ha asignado la tarea de seguir en pie.
Pues el derecho a rendirme lo perdí el día que me caí del cerro donde luchaba por la luz.
Aquí me ha tocado ser lento
Moverme con mesura
Crecer con raíces profundas e invisibles.
El buscar la altura con la esperanza de encontrar la luz es vanidad.
Acá abajo,
donde el horizonte hace límite con los ojos,
hice pacto con la tierra.
Siento rendirme
pero mi entorno,
una orquesta que ya conoce la partitura,
me reinventa.
Y la vida
insistente, testaruda, obstinada.
me rehace cuando yo solo quiero dormirme entre las cenizas de lo que quedó de mis piernas.
No me deja morir.
Me tiene atado con amarras de seda.
Mis muñecas sangran de amor, no de dolor.
La vida está empeñada en hacerme roble.
En obligarme a volver a empezar.
Me decepciono 24 horas al día, 7 días a la semana.
Pero los impulsos que vienen de ríos muy adentro,
de cauces que desembocan desde lo hondo de mí.
no me dejan echarme a morir.
Y tengo que seguir andando.
¿Y qué hago con tanta esperanza?
Bajo cielos de estética nueva Chicago,
con nidos de piedra de Bellas Artes,
y avenidas que parecen hablar en voz baja cuando las cruzo de madrugada.
Cargo este equipaje.
Y no pesa.
¿Qué hago con tanta,
pero tanta esperanza,
entre vestigios de carreras verticales
y ruinas remodeladas de piedra y ladrillo?
¿Qué hago con tanta esperanza
en mi jungla de polígonos de acero
y revestimientos de vidrio,
donde los espejos se burlan de todos?
Y aún así,
andando, encuentro habitaciones-jardín.
Bajo a la estación Fulton Street.
La pupila del día me muestra el camino
El tragaluz me saluda.
Me quedo. Respiro.
Entre la ciudad-jardín y las esfinges de hormigón.
Entiendo por fin.
No estoy solo.

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