Retratos en Chino es el título de un proyecto que comencé a realizar en el año 2010 y que ha terminado siendo una instalación, que ahora expongo por primera vez formando parte de una retrospectiva que abarca los últimos 20 años de trabajo (1999-2019), etapa con sus propios rasgos de identidad con lo que creo es un mismo perfil estilístico y que se presenta en las distintas salas del Kendall Art Center a partir del próximo viernes 6 de septiembre (el siguiente texto es un extracto de mi libro Aldo Menéndez por Aldo Menéndez, publicado en Perú, en el 2017, por la colección SG, la Galería Enlace).

RETRATOS EN CHINO
Desde joven admiré el movimiento Dada y compartí los planteamientos del Neo Dada, y en un momento determinado mi devoción por uno de sus logros, el collage y el fotomontaje, fue tanta que me dejé arrastrar o seducir por la idea de traducir a pintura esa técnica, o sea, hacer una suerte de trompe l’oeil del collage, tomándolo como modelo e imitando en la tela sus resultados en el sentido formal, tratando de reflejar sus características técnicas, acentuando sus imperfecciones, haciendo que los contornos en el cuadro parezcan recortados a tijera, que las imágenes al superponerse lucieran como fijadas una encima de otra, y pegadas con goma. Existe una obra de Max Ernest, El jardín Francés, culpable de todo esto; que había tenido siempre por un collage y que un buen día descubrí que se trataba de una pintura, óleo sobre tela, que formó parte de su retrospectiva en el Metropolitan Museum of Art -todavía me gusta contemplar su reproducción.
Creo que aun a sabiendas del reduccionismo que implicaba este acto, quise sin hacer algo a lo Max Ernest, o sea, haciendo lo mío propio, vivir pictóricamente una experiencia parecida, cuyo emprendimiento me dejara en paz, matando ese gusanillo; aquello no pasó de unos cuantos cuadros, y uno en específico El Jardín Cubano, de 1999, surgió en específico con un sentido de homenaje a la tela de Ernest. Pero lo dejé sobre todo porque tenía la lección aprendida de cuando algo parecido ocurrió con el hiperrealismo, aunque gracias a dios lo que en Cuba acabamos llamando foto realismo en los 70’s no comportó reduccionismo; la pintura de base fotográfica entonces significó dentro de la isla, una posición avanzada y fue estimada por sus tantas liberalidades como mas cercana a las extensiones del Pop art, que bajo el influjo ortodoxo del hiper.
Al quedar las búsquedas conceptuales limitadas por esas formulaciones, huí hacia adelante, porque en realidad si en algo debía inspirarme, era en la frescura del collage, en su particular simbolismo cargado de ironía. La verdadera significación del collage es su apertura hacia el uso de todo tipo de materiales, sin ninguna restricción, un verdadero aporte en cuanto a osadas composiciones se refiere, donde se potencia la mezcla, incorporando incluso logros de la fotografía, de las artes gráficas y el diseño gráfico, con marcada preferencia por las artes aplicadas, materiales extra-pictóricos como anuncios, periódicos, recortes de revistas, tipografías y textos. De entrada la fotografía recortada y descontextualizada provoca inquietud, el Dada es ideología de provocación y escándalo, es agresivo e iconoclasta, con esas claves prefería y debía funcionar en adelante sin hacer un trompe l,oeil. Justo entonces vino a asistirme el ingreso de una nueva técnica (la impresión digital) que podía facilitarme un tipo de búsqueda más experimental y abierta. De ningún modo puedo dejar de mencionar la importancia que tuvo para esta etapa mi iniciación en el entonces nuevo ámbito de la impresión digital, la cual comenzó en Madrid de la mano del cubano Pepe Herrera, en su reputado taller de serigrafía artística, a principios del 2000; técnica de la que he podido valerme todos estos años al contar con otro artista Néstor Arenas
–compatriota asentado en Miami- que ha sido mi inmejorable impresor.

Hasta el 2010 y después, paralelamente, hubo varias exposiciones personales de interés, como la titulada El reverso de la obra, en la Galería de la Alianza Francesa de Miami, en la que cada pieza era la parte trasera de un cuadro, la tela cruda y el bastidor. Las había donde el suceso representado delante, sucedía en la parte de detrás del cuadro, simulación del dorso con el bastidor a la vista (Atrincherarte, Suturarte, Hilarte, Apuntalarte, etc.) y otras piezas, obligaban al espectador a imaginar lo que se suponía que estaba pintado del otro lado –donde realmente no había nada-, por ejemplo: una etiqueta de un museo colocada en un reverso, informaba sobre el estado de conservación del cuadro y daba pistas de lo que se supone estaba pintado por el otro lado, de modo que podía insinuar que había un paisaje, un retrato, un cuadro famoso de otro autor, un anónimo, etc., etc., etc. (Anónimo sin estrella).
En otra exposición también en la Galería de la Alianza Francesa de Miami, Soupe D’ Escargot (Sopa de caracol) me plantee actuar sobre obras de arte, digamos, de carácter histórico: pinturas de guerra faciales actuales poniendo al día el busto de un guerrero antiguo, y entre otros bustos el de un emperador romano al que le tatué en el rostro marmóreo un dibujo simbólico de una Mara Centroamericana (Hoy como ayer, colección Ricardo Pau Llosa). En la misma muestra aprovechando los murales de las cúpulas y techos del Vaticano, los reconvertí en cosas y objetos utilitarios contemporáneos (El grifo celestial, La divina tronera, La sagrada piscina, etc.).
Una obra importante del periodo, Sin patas pero con amo, criticaba la dependencia que crean los juegos electrónicos. Mientras en Caída de casi todo regresaban las ruinas y los viejos modelos de autos americanos. Uno de los cuadros de la etapa Tres Gracias contra el mundo entra a formar parte de la colección permanente del MOLAA. El cuadro representa el triunfo de la mujer a pesar de que el desnudo central lleve la máscara que protege el rostro en las sesiones de radiación contra el cáncer. Por esa fecha la colección Farside Gallery del Dr. Arturo y Liza Mosquera, de Miami, adquiere el cuadro La reina del Edén, donde todos, juguetes y personas, abandonan en estampida las ruinas de su palacio; hasta la reina se lanza escaleras abajo.
Por invitación de la NASA pinté obras para la biblioteca de Cavo Cañaveral, entre ellas: Desayuno fuera de casa. Dos cuadros La casa Cuba I y Duel with missiles son adquiridos por la colección Alianza de Arte Cubano de Paty y Jorge Reynardus. A esta misma línea pertenecen La casa Cuba II, La mística del mejillón, La casa Cuba III, El siglo del camuflaje, El grito a la española, La hora de Cristo, El corazón de las tinieblas, La nueva comisaria china, Lo vano de una mirada, EL Titanic cubano, Reprobado y aprobado, San Cuba de los botes, Dios protege la inocencia, Tóxico, El gran cuadro clínico, entre otros.
“La obra de Menéndez es también rica en juego onírico y tensiones formales (…), parece ser una versión de pesadilla de una caja de Joseph Cornell en dos dimensiones -así se refiere el crítico de arte Ricardo Pau-Llosa, en particular a una obra mía reciente antes citada, Casa Cuba I, que según él, ejemplifica- la metonimia en su máxima expresión, brindando un vínculo claro entre la desesperanza de una generación y la compleja tradición del arte cubano (…) un lugar congelado en un tiempo idílico cuyas ruinas solo refuerzan la sensación incongruente de lo eterno más que apuntar a los estragos por los que ha pasado”.
Al referirse a estas obras actuales donde retomo viejos temas, la crítica de arte Janet Batet rememora: “Primero, durante su etapa de cartelista en los sesenta y luego cuando, irónicamente, durante los años del “esfuerzo decisivo” (1969-70), el artista se dedicara a pintar carros norteamericanos que cual amenaza del pasado penetraban el nuevo y endeble sistema económico, incapaz de reemplazar estos íconos de un ayer que se pretendía superado”

Si miraba atrás reconocía un par de enfoques esenciales en mi obra, o caminos básicos (informalismo-naturalismo fotográfico) que de este momento en lo adelante debía concretar en post de nuevos objetivos; sentía que a estas alturas del juego empezaba a liberarme de la paja. Se imponía el realismo representacional y lo gestual pasaba a ser complemento, lo fantástico sin salirme de la realidad. Era igual que alcanzar la verdadera significación de Un realismo sin fronteras, donde ya no hay reglas fijas. Unido a nuevas técnicas y materiales que correspondía introducir.
A lo largo de este camino he luchado con toda mi energía como intelectual y creador, por analizar el arte cubano en su verdadera perspectiva histórica, poniendo a un lado los factores extra artísticos -por supuesto sin desconocer su influencia- para seguirlo en perfecta fluidez evolutiva, como una línea de tiempo siempre en pos de mayores excelencias; venero nuestro pasado artístico y reverencio a muchos de mis colegas –cada grano de arena hace la playa. Etapas completas, no han sido recogidas y estudiadas como justo reconocimiento. A veces se han mantenido apagadas algunas salas de esta historia para que parezca que otras brillan más. Para mí no existe ni arte de la isla, ni arte cubano extra territorial, solo arte cubano, aunque en determinados análisis las estudié por separado y bajo esas etiquetas. Quizás lo mejor de mi obra tenga que ver mucho con que nunca me separo de mi Cuba portátil. Cuba, su particular situación y mi gente, siguen siendo una presencia constante en mis últimas obras, por lo menos en lo que corresponde al enfoque de un cubano que trabaja desde la distancia.
La adopción en el 2010 de una serie de retratos, que al formar conjuntos, o sea, agrupados en composiciones formaban una suerte de instalación que bauticé como Retratos en Chino, me condujo a ponerle rostros a este tiempo que estamos viviendo. Mi obsesión con las pantallas fue como una premonición de este universo de pantallas en que vivimos hoy. Existe un enfoque primordial que va tomando forma en mí, lo define el título de un libro que leí a principios del 2000, El Shock del futuro que representa ahora el encuentro de mis nostalgias con la dinámica de cambio de la actual revolución tecnológica. Cuando se miran esos nuevos productos desde la visión ingenua de la gente de a pie, la primera reacción por lo general es de “inquietud”, “extrañeza”, de “no entiendo bien de que se trata”. Quien no consigue metabolizarlo a la primera, muchas veces recurre a una frase hecha, muy popular en Cuba, “eso está en chino”, o “eso es chino para mí” –lo asiático como sinónimo de raro, de exótico e incomprensible a primera vista.
Entonces pensé que si realizaba una extensa colección de retratos de hoy, del presente, con ella podía construir una suerte de set de grandes dimensiones, donde el espacio que ocupa cada retrato fuera como una pantalla, y todas unidas parecieran las paredes de un centro de control de vuelos espaciales o la cabina master de un noticiero televisivo tapizada de monitores, cada pantalla proyectando imágenes de acontecimientos a primera vista inconexos, que van siendo reportados con absoluta inmediatez. La reacción de un espectador no ejercitado al entrar en cabina sería de desconcierto, de cierta momentánea confusión ante tantas visiones, ante tanta simultaneidad; y es ahí donde incluyo en mi trabajo ciertas dosis de ambigüedad y fingimiento para elevar la desorientación y el nivel de caos.

Al pensarlo así enseguida lo tuve claro, los próximos años los dedicaría a construir con pinturas –en particular con retratos- mi “centro de pantallas ”, donde intentar ingresar los perfiles de distintos individuos, de individualidades de este tiempo, que a la vez al formar un coro, proyecten una perspectiva del nuevo siglo, de esta comunicación universal por fin conquistada por la técnica, que hace posible entenderse a un ruso y a un italiano, a un peruano y a un sueco, situados a miles de kilómetros de distancia –elemento unificador, lenguaje universal, constructor de la gran nube.
Cada rostro pintado busca ser expresión genérica de un grupo humano, con sus contingencias específicas que trato de significar en esos rostros. Los hay también inspirados en figuras, con nombres y apellidos famosos y otros igualmente de facciones reconocibles que escojo entre importantes protagonistas y compañeros de viaje de esta época e igual los extraigo de un ámbito cercano familiar o de amigos. Los tengo que expresan lo contemporáneo que admiro y aquello otro que aborrezco. Abundan las facciones anónimas, las del emigrante, las de víctimas de los conflictos actuales, y los “héroes” de la publicidad comercial; en todo esto hay mucho conectado con el ámbito de la imagen publicitaria que satura y contamina el entorno a través del anuncio impreso o televisivo de distintos productos y arquetipos de moda.
Yo mismo me puse el pie forzado de hacer retratos, un género que mientras mas lo manoseo mas inagotable me resulta, con increíbles posibilidades para renovarse y alcanzar a ser transgresor enfrentando nuevos mitos y utopías. Para este experimento preferí seguir el ejemplo de los monitores y unificar desde el punto de vista de estructura y composición; obligándome a una misma medida para cada retrato o pantalla, 31 x 31 pulgadas (cada retrato está firmado individualmente). De mi vinculación con cada retrato en particular surge un título específico para cada uno.
De la misma manera me exigí hacer un estudio previo de cada pieza, una suerte de boceto a escala, realizado mediante collage, que luego amplio a la medida, sobre la tela, a través de un proceso digital. Tanto en el boceto como después en la tela, intervengo espontánea y directamente pintando. Aunque todas las piezas son intercambiables, inicié el trabajo formando conjuntos de 15 obras, en tres hileras de cinco piezas cada una, cada hilera una encima de la otra, para ir visualizando el funcionamiento en colectivo, de modo que pudiera crear igualmente metáforas de grupo. En los mensajes que intento trasmitir mediante la instalación de conjunto que produzco, se trasluce la crisis de valores en que estamos envueltos -por ahora me siento tan cómodo que sigo agregando retratos, en realidad sueño con llenar las paredes de un gran local y poder ocupar el centro para contemplarlo. El artista Rubén Torres Llorca, lo compara en parte con el capricho que puso al gran Monet a pintar su estanque con nenúfares los últimos trentitantos años de su vida. Guardando las debidas distancias con el maestro francés creo que todo artista contemporáneo necesita sentirse alguna vez dirigiendo las visiones del entorno como quien dirige una gran orquesta (como este es mi año 70 de vida, escojo para la presentación ese mismo número de retratos).
En el proceso de pensar los temas, soy consciente de los peligros inminentes que ya voces más autorizadas señalan a nivel mundial, precisamente por el uso abusivo de las nuevas tecnologías que tienden a adormilar una parte de la voluntad de lucha, y a controlar y vigilar al propio tiempo a los usuarios. Demasiada soledad y falta de contacto humano directo, potenciando además el hedonismo. Mientras la excesiva velocidad, las incesantes reconversiones y cambios vertiginosos resultan continuamente en exclusiones de grupos sociales. Soy testigo de la marginación del obrero sustituido por un número mas reducido de productores, programadores o robot especializados con la consecuente pérdida de puestos de trabajos, la precariedad en los nuevos contratos y el repliegue del sindicalismo. Demasiada visualización de la violencia está aumentando el número de replicantes. Crece el descuido en el empleo de los idiomas frente a claves y figuras visuales y crece la certeza de que todo lo que está en pantalla es verídico. Aunque por supuesto cualquiera de ellos, son riesgos propios del cambio.
Estar en el ajo, no significa que uno tenga que aceptarlo todo, quiero verme en el espejo y reconocerme.
Manejo proporcionalmente vida interna y externa, sentimientos que traduzco en impresiones de los contextos que me afectan, de la naturaleza y las personas, mediante el humor, la crítica social y otros instrumentos. Hoy nuestro mundo se ha complejizado; por tanto intento ser equilibrado y tolerante al manipular materiales tan duales, ambivalentes y sensitivos. Procurando aportar una percepción seguramente distinta a la que puede tener un joven nacido bajo el signo de la Play Station.
