by Píter Ortega M.A.

En el año 2000 el artista cubano Raciel Gómez Golpe se graduaba de la Academia Nacional de Bellas Artes “San Alejandro”, ubicada en La Habana, una de las escuelas de arte más prestigiosas de todo el país. Y lo hizo con dos obras soberbias, que desde una época tan temprana auguraban que lo que venía para el arte cubano era un “enfant terrible”, un artista rebelde al que el mercado del arte, la crítica y las instituciones culturales jamás podrían domar o encasillar en moldes prefijados. En una de esas obras Raciel mostró varios peces encerrados en ataúdes, y su título era “Prisioneros del Sheol”. Se trataba de una instalación de arcilla, óxidos y madera que hacía referencia al mundo de los muertos, mientras que los peces estaban humanizados a la vez que languidecientes, moribundos. Más allá del posible significado religioso, esos peces enjaulados simbolizaban el destino de toda una sociedad carente de libertades muchas, cuyas ilusiones habían sido secuestradas. Desde ya estábamos viendo una característica clave de la obra de Raciel: se trata de un patriota, un artista que jamás da la espalda al destino de su país y de su gente. Un humanista que sabe que la dimensión ética de la creación es tan importante como la estética.
La idea inicial de Raciel era hacer una intervención pública en un cementerio con unos 20 o 30 ataúdes. Por un problema logístico no le fue posible, y entonces el artista montó las piezas en una carretilla, las llevó al Cementerio Viejo de Guanabacoa, en La Habana, les hizo fotos una vez dentro y se retiró. Todo ello de manera clandestina. Raciel no se dio por vencido, como nunca lo ha hecho en toda su extensa carrera artística.
La acción clandestina de Raciel tiene más valor e impacto que la propia obra física, porque simboliza la irreverencia de un arte que no se doblega a las normas de una sociedad y una isla surrealistas, enfermas de burocracia. Es por eso que, decir que Raciel es un pintor, un escultor, un fotógrafo o un ceramista, son todos términos imprecisos, incompletos, que simplifican el alcance de su producción visual. Raciel es más que todo eso: es un antropólogo visual obsesionado con el futuro y el presente de la especie humana y de la isla que lo vio nacer. Es un humanista que pone su arte al servicio de la emancipación y las luchas del hombre por vivir en un mundo más justo. Es un filósofo mordaz atrapado en el universo de la creación artística.
Tan buena es esa instalación que le valió el segundo premio en la Bienal de Cerámica Amelia Peláez de Cuba, cuando solo tenía 21 años de edad. Raciel fue más allá del concepto tradicional de cerámica y optó por una pieza fuertemente conceptual donde el proceso, el carácter performático y la intervención en el espacio eran los verdaderos protagonistas. La arcilla no era más que un pretexto.
En otra serie temprana, de incluso antes de graduarse de la academia San Alejandro, se evidencia esa profunda dimensión ética de la creación de la cual he hablado anteriormente. La serie se titula “SOS naturaleza”, y en ella el artista lanza una fuerte crítica a la acción destructiva e irresponsable del ser humano sobre nuestro planeta y sus especies. Aquí también el pez es el símbolo fundamental, y se le ve sometido a clavos, cadenas, grilletes y otros objetos punzantes que lo laceran. Pero hay una obra en específico que resulta sumamente importante por el procedimiento utilizado por el artista. En ella vemos a un pez muerto encima de un coral, y sobre el cuerpo mutilado del animal aparece la huella de una bota, una pisada humana. Fue el propio Raciel quien estampó esa bota sobre la obra, en un proceso de agresión o destrucción de su propio arte. Otra vez la obra va más allá de su presencia física o su resultado final para incluir una fase importante del proceso. Y aquí se ve otro rasgo del arte de Raciel que lo acompañará durante toda su carrera como artista hasta el día de hoy: el carácter autoconsciente de la obra, el arte pensándose a sí mismo de una manera intensa, fuerte. En este sentido podemos decir que Raciel lleva el conceptualismo en sus venas. Aun cuando lo veamos disfrazado de paisajista, eso no es más que una estrategia para despistar al espectador no entrenado. Raciel jamás será un paisajista puro.
Incluso en sus paisajes que parecen más tradicionales, Raciel excava en las heridas más profundas de la sociedad cubana y las obras terminan siendo un grito de dolor, un alarido de desolación y desesperanza. Ya sea en los paisajes realizados con acrílico o los que son con carbón, el artista representa viviendas destruidas, muchas de ellas al borde del colapso. Una arquitectura casi inhabitable, donde la fragilidad de las estructuras de sostén se convierten en una metáfora de la fragilidad de un sistema social fallido, incompetente. Son casas donde, curiosamente, nunca aparece el ser humano, pero podemos sentir su sufrimiento. Podemos imaginar la tristeza que habita en los interiores, aun cuando Raciel nos muestre el exterior. Podemos imaginar una madre angustiada tratando de descifrar qué preparar para la cena, o un anciano sumido en el más rancio desconsuelo. En esta dirección las puertas se convierten en un elemento decisivo, pues están mayormente cerradas, como ocultando el secreto colectivo de múltiples generaciones de cubanos. Solo hay silencio y soledad en esas viviendas.

Pero en los paisajes de Raciel hay que destacar también su gran virtuosismo técnico, sin lugar a dudas. El excelente trabajo para recrear las texturas de la madera y la piedra, los magníficos contrastes entre luces y sobras, el excelente manejo de la perspectiva y el espacio, así como la exquisitez de su dibujo, hacen de sus paisajes una experiencia estética sublime. Y en ellos se ven dos trayectorias o patrones que se van a mantener constantes hasta la actualidad: la evolución de las vistas generales a los planos detalles, y de la figuración a la abstracción. Los paisajes de Raciel fueron mutando año tras año en busca de la síntesis y la simplicidad de la imagen. En ese arduo camino ocupa un lugar especial la serie “Simple Form”, del año 2010, probablemente una de las más valiosas realizadas por el artista. Aquí la belleza y el impacto visual de los colores sienas y ocres, conjuntamente con la audacia de los esquemas compositivos, resultan deliciosos. Estas son de esas obras que enamoran a primera vista por su elegancia y buen gusto.
Las series “Acceso limitado”, “El muro” y “Mundo de sombras”, que comenzaron en el año 2009, son también tremendamente significativas dentro de la trayectoria creadora del artista, debido a 3 elementos que tienen una presencia importante en esas series y que definen quién es Raciel hoy: la apropiación del universo de los grafitis, la importancia de la numerología, y el uso de los collages con papel y otros materiales. Dentro de estas, hay una pieza en particular que me resulta extremadamente potente por su mensaje. Se trata de “Puerta 31”, de la serie “Acceso limitado”. Lo que vemos es una puerta de madera cerrada, envejecida y prácticamente disfuncional, con las letras “TQM” pintadas encima, que hacen referencia en español a la frase “Te quiero mucho”. El mensaje de la obra es profundo y estremecedor: el amor transciende cualquier carencia física o precariedad económica, su fuerza es más poderosa que toda desdicha material, no hay puerta u obstáculo capaz de anular su efecto sanador y su pureza. ¡Qué hermosa obra! Y qué importante para el momento en que vivimos.
En ese camino hacia la síntesis visual, hay un grupo de obras que representan un punto clímax. Son una serie de abstracciones del año 2003 realizadas con técnica mixta, esencialmente acrílico y carbón. Si bien Raciel ha estado muy cerca de la abstracción en varios momentos de su carrera artística, es únicamente en este grupo de obras donde se ha adentrado de a lleno en ella. En otras series ha coqueteado con el universo abstracto; pero aquí dio el salto hasta el centro mismo. Los chorreados del color rojo encima de los tonos grises, negros y blancos del fondo, les confieren una fuerza expresiva poderosa a estas piezas. El caos y el movimiento desenfrenado de las áreas y colores, conjuntamente con el valor simbólico de esos pigmentos rojos que parecen sangre derramada sobre la cartulina, sitúan a estas obras entre lo mejor de la producción artística de Raciel. Eso sin mencionar las “heridas” o grietas que el artista realiza sobre el material, valiéndose de una cuchilla o de la espátula, las cuales colocan a las obras en un nivel aún superior. El nivel de las grandes ligas del arte.
En este punto del texto, se impone que hablemos también de la obra fotográfica de Raciel. Y lo haré mencionando una serie en particular, titulada “Ovejas sin pastor”. En estas piezas Raciel realiza una cartografía de la Cuba más profunda, esa que escapa a la narrativa de la prensa oficialista de la isla. La Cuba de esos hombres y mujeres que viven detenidos en el tiempo, sin esperanza de futuro, ensimismados en la miseria y el dolor de su día a día. Hombres y mujeres a la deriva, sin un “pastor” que los guíe, que los proteja a lo largo del camino difícil y empedrado. Dentro de todas las fotos de esta serie, hay una que se ha quedado rondando en mi cabeza por varios días: es una mujer recostada sobre una puerta de madera y con su mano descansando sobre su nariz y boca, mientras dirige su vista a la cámara. La mirada de esta mujer es tan fuerte que es difícil describirla con palabras. En esos ojos hay tanto dolor y rabia a la vez, tanta impotencia y angustia, tanta desconfianza y tantas heridas… Es una mirada que encierra el sufrimiento de todo un pueblo, la muerte de las ilusiones de una nación. Esa pobre mujer necesita su pastor, lo pide a gritos con esos ojos desafiantes, desesperados.

Ya había mencionado la importancia del grafiti y la numerología en ciertas obras de Raciel. Pero es en el año 2012 cuando estos dos elementos comienzan a adquirir un protagonismo casi absoluto, a través del inicio de una serie emblemática: “Kotel”. Para este momento ya Raciel estaba viviendo en Estados Unidos (se mudó a este país desde 2010), pero tenía en su poder imágenes de documentos del más popular juego por dinero en Cuba: la “bolita”, la versión insular y clandestina de la lotería. En esta serie Raciel realiza una manipulación digital de esas imágenes y las imprime sobre lienzo o papel fotográfico, para luego agregar pinceladas de acrílico y barniz encima. El resultado es fabuloso: detrás de todos esos números se esconden las ilusiones y sueños de millones de cubanos, los anhelos, victorias y fracasos de personas que ven en “la bolita” la única salida a los muchos problemas de sus vidas. Es por eso que Raciel no pudo haber escogido un mejor título que “Kotel”, estableciendo una conexión con el Muro de las Lamentaciones, vestigio del Templo de Jerusalén y uno de los lugares más sagrados del judaísmo. Los cubanos ponen en la “bolita” gran parte de su fe y sus expectativas de futuro.
También conocida como la “Charada Cubana”, la Bolita consiste en una tabla de números consecutivos del 1 al 100. Como explica Gretchen Sánchez para el portal Cibercuba, este es “uno de los juegos azar más populares en Cuba (…) Aunque algunas personas apuntan su número a la ligera, la mayoría elige experiencias místicas u oníricas que asumen como revelaciones y las transforman en códigos numéricos. ¿Cómo pueden hacerlo? Conocen el significado de cada uno de los números de la charada así que, si sueñan con una mariposa, el 2 no puede faltar en la combinación numérica.”
En el grupo de obras tituladas “Permutaciones (+ un número)”, realizadas en 2022 y también pertenecientes a la serie “Kotel”, Raciel va más lejos aún en su abordaje del universo de “la bolita”. Aquí el artista usa él mismo el azar para nombrar sus obras en un acto casi performático. ¿Cómo lo hace? Pues pone papeles con los números dentro de una copa u otro recipiente y selecciona uno de esos números al azar. Ese dígito será entonces parte del título de la pieza. Además, el artista escribe varios textos en las obras para hacer referencia a significados de ciertos números en La Charada. Ahora, ese sentido “performático” del que hablé no se queda en el título. Mientras disfruta de un delicioso café, Raciel derrama este líquido sobre las piezas, deja que el accidente forme parte también de la narración visual. En otros momentos hasta estampa la taza de café sobre la obra. Toda una atmósfera que define el arte como experiencia y no solo como producto físico terminado.
“Permutaciones” es también importante porque Raciel expande los límites de la obra más allá de la porción que ocupa la imagen digital impresa. Así, se vale del espacio vacío en los 4 costados de la imagen para dar rienda suelta a los textos o los números escritos por él.
Y justamente ese afán de expansión llega a la cima en la producción más reciente del artista: una intervención a modo de Site-specific art realizada en el Freedom Pavilion de Tampa, Florida. Aquí confluyen casi todas las manifestaciones artísticas: fotografía, pintura, dibujo, instalación, etc. El artista expuso sus obras en un espacio de gran significación histórica para todos los pueblos que han luchado o luchan por su libertad: The Berlin Wall Art Collection. En el sitio web de la colección se explica que esta “presenta obras de arte únicas creadas a partir de restos auténticos del histórico Muro de Berlín, incluidas piezas de la Colección Rainer Hildebrandt (…) La colección contiene 350 losas auténticas de hormigón reforzado con acero del lado del Muro de Berlín de la Alemania Oriental que se compraron justo antes de que se desmantelara el muro, para preservar la historia.” Rainer Hildebrandt fue un luchador alemán de la resistencia anticomunista, además de historiador y fundador del célebre Checkpoint Charlie Museum en Alemania, enfocado en el Muro de Berlín, la guerra fría y el más importante de los pasos fronterizos del Berlín de aquel entonces. Entre otras cosas, el Checkpoint Charlie Museum mantiene una lista de las muertes en el Muro de Berlín.

Al ser un espacio no convencional, a Raciel se le ocurrió una solución muy efectiva: forró las paredes con papel kraft y encima de este colocó las piezas de la serie “Kotel”, para luego completar el proyecto con unos espectaculares textos escritos a la manera de grafitis que ocupan gran parte del espacio y en los que se leen muchísimas cosas: nombres de disidentes cubanos que han luchado por la libertad de la isla, nombres de víctimas del comunismo de la Alemania oriental y de la crisis en el muro de Berlín, nombres de ciudadanos comunes cubanos y estadounidenses, números con su significado en “la bolita”, entre muchas otras metáforas visuales.
Las realidades de los cubanos son muy similares a las que sufrieron muchos de los que intentaron cruzar de un lado al otro del muro de Berlín en busca de la libertad. Con la única diferencia de que nuestro muro es el mar, un mar tan profundo como peligroso y solitario. El paralelo que establece Raciel entre las realidades cubana y la alemana de aquel entonces es fuerte y desgarrador. Más aún cuando alcanzamos a leer el texto más grande escrito sobre la pared: “Conocerás la verdad, y la verdad te hará libre”. Porque, más allá del contexto religioso original de la frase, muchos cubanos de dentro de la isla necesitan conocer la verdad para poder ser algún día libres; necesitan enfrentar una mentira que los ha sometido por más de 60 años.
Esta exposición de Raciel en Tampa pone en evidencia a un artista maduro, sólido, en el momento más vigoroso de toda su carrera. Ya han transcurrido 22 años desde que se graduó de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, y hoy Raciel está más seguro de sí mismo que nunca. A cada paso parece llevar en la frente el significado más profundo de las palabras “nothing to prove, nothing to lose, nothing to hide” (“nada que probar, nada que perder, nada que ocultar”). Y, cuando se está tan centrado como ser humano y como buen hijo de Dios, cosas grandes siempre suceden. Por eso hay que seguir de cerca los proyectos de Raciel que se avecinan. A juzgar por mis conversaciones con él, vendrán muchas sorpresas. Un Raciel que se reinventa y renace con cada nueva idea.
Quedemos entonces pendientes. Mientras, tratemos de estar más cerca cada día de esa verdad que tan honestamente transpiran las obras de Raciel.

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La Verdad: Raciel Gómez Golpe (Spanish Edition)
Raciel Gómez Golpe, (La Habana, Cuba, 1978). Egresado de la Academia San Alejandro de La Habana, su estilo se destaca por un poderoso dominio de la técnica pictórica y del dibujo, en especial el manejo del espacio y la perspectiva, el claroscuro, las texturas y los contrastes cromáticos. Entre los géneros más abordados en su obra se encuentra el paisaje, siempre desde un abordaje social profundo y crítico. Sus creaciones han sido objeto de siete exposiciones individuales, más de cincuenta colectivas y se han presentado en importantes ferias como Art Miami, Art Palm Beach, Circa Puerto Rico, Artbo Bogotá Colombia, Art Moscow, Arte Americas y Houston Fine Art Fair. Su exposición “La Erosión del Límite” fue recibida con éxito por la crítica en una de las principales galerías de La Habana, La Acacia. Gómez Golpe ha recibido premios en cerámica (Museo Nacional de Cerámica) y pintura (Salón Nacional de Paisaje). Sus pinturas se encuentran en importantes colecciones de España, Italia, México, Holanda, Bélgica, Canadá, Estados Unidos y Francia.
Píter Ortega M.A. (La Habana, Cuba, 1982). Crítico de arte y curador. Máster en Periodismo por City University of New York, CUNY (2008) y Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Habana (2006). Ha comisariado más de 20 exposiciones de arte cubano contemporáneo en galerías de Cuba y del extranjero y ha ejercido con sistematicidad la crítica de arte en numerosas revistas, periódicos y catálogos de exposiciones. En 2008 fue merecedor del Premio Nacional de Crítica de Arte “Guy Pérez Cisneros”, otorgado por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas de la República de Cuba. En 2011 el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello publicó su libro Contra la toxina, con ensayos y reseñas sobre el arte cubano contemporáneo. Fue beneficiario en 2012 de una beca de curaduría en la ciudad de París, otorgada por la Fundación Brownstone. Sus libros El peso de una isla en el amor de un pueblo y La generación del milenio: arte cubano 2001-2016 fueron publicados en Miami, Florida en 2015 y 2016 respectivamente. Ortega ha sido además reportero de televisión en Estados Unidos para Univisión, Telemundo y NY1 Noticias, y recibió un Premio Emmy en 2022.