
I
La obra del artista cubano Jorge Santos (La Habana, 1973) posee un acento fuertemente antropológico. El ser humano y sus principales dudas y conflictos existenciales se erigen como los núcleos temáticos de mayor interés para el autor. Sus personajes están preñados de angustia, soledad, aislamiento. Desidia. Son seres sufridos, que padecen un estigma indeleble: la incomunicación. Les ha sido vetada la posibilidad del habla, del intercambio y flujo de experiencias, del discurso articulado. El mutis y el silencio parecieran su única verdad. Un silencio que lo invade y lo corrompe todo. Un mutis impuesto, o autoimpuesto.
En la dirección anterior, hay un símbolo iconográfico que resulta bien revelador: esa línea gruesa y pronunciada que atraviesa todas las bocas, que invade todos los labios cual designio de una fuerza suprema, ineluctable. Metáfora inteligente de la palabra trunca, del colapso del lenguaje y la oralidad, del destierro del diálogo. Santos concibe sujetos maldecidos por la incapacidad de la réplica, por la imposibilidad del ejercicio del criterio. Sujetos ensimismados, maltrechos.

II
La obsesión por los ciclos de la vida y la muerte es también otra arista temática de interés dentro de la obra del autor. En este sentido destaca particularmente la serie dedicada a los fetos, sin duda la más rotunda de entre las concebidas por el artista. ¿Qué hay de particular en este universo que le seduce tanto a Santos? ¿Por qué la línea dura no escapa tampoco a las prematuras bocas? Resulta impactante la fuerza de los rostros, la dureza de las facciones, la rotundidad de los ojos clausurados, la amargura de las vidas en ciernes. Para Santos, detrás de todo nuevo nacimiento hay una genealogía del autismo, un canto al silencio.
En otros personajes que se muestran con los ojos abiertos, estos se tornan recelosos, sobresaltados, por momentos como reclamando misericordia al espectador. La intensidad de las miradas habla muy bien de las habilidades del creador en lo que atañe al género retratístico. Eso sin contar las virtudes en materia de dibujo, tratamiento del color, dominio de las texturas como recurso expresivo, la destreza para la síntesis narrativa y la economía del lenguaje pictórico. Santos es un virtuoso de la técnica, del oficio. Y lo sabe, hace gala de ello. Lo cual no es malo, en lo absoluto. El arte de hoy demanda estocadas al pudor. La humildad y la inocencia suelen confundirse en un abismo común.

III
En ocasiones el artista se ha dedicado a reescribir clásicos de la historia del arte, desde un sentido del humor y un sarcasmo bien notables. Tal es el caso de la parodia que realiza a “La Gioconda”, de Leonardo Da Vinci. Esta vez resulta ser la “Mona Lisa” quien ha sido maldecida por la línea dura que todo lo silencia. Su enigmática sonrisa ha sido trocada en pura abstracción lineal, pictórica, cual bigote daliniano, al tiempo que su mirada delata pesadumbre, ansiedad. Silenciar los labios de la Gioconda equivale a subvertir y profanar toda una tradición de siglos del arte occidental pos-renacentista, gesto este que se me antoja delicioso. ¿Qué secreto esconde la “Mona” que no nos ha de ser revelado? ¿Qué es eso que sabe de lo cual no debemos ser partícipes? ¿Qué nos tiene que decir sobre el pasado y el presente de la historia del arte? Recordemos que ella todo lo sabe (o casi todo). Por antigüedad, al menos, se ha ganado esa prebenda.
IV
Otro detalle curioso es que muchos de los personajes de Santos aparecen como rapados, desprovistos de su cabellera. Lo cual los hace más interesantes, por diferentes. Asimismo, en algunos casos aflora un erotismo bien sugestivo. Pensemos en “Eva Masturbation”, y la serie “Bestiality”. En la primera, la fuerza del título, junto a la provocación de la imagen, hacen de la pieza un agente de subversiones múltiples, profanador de numerosos cánones y paradigmas de la fe. Eva no cesa de pecar, su lujuria no conoce límites. Sabe que los placeres de la carne le resultan muy afines, demasiado íntimos.
V
Si revisamos el devenir del estilo del creador a lo largo de su carrera, descubrimos dos grandes etapas o periodos. Un primer momento orientado hacia poéticas de tipo surrealizante, pletóricas de fantasías y ensoñaciones. Una etapa quizás de experimentación, de búsquedas y auto-reconocimientos estéticos, con visibles influencias de la obra del célebre pintor surrealista Salvador Dalí, en especial en lo que atañe al concepto de la “imagen paranoica” y sus múltiples posibilidades expresivas.
Luego, en un segundo momento, sus trabajos se enfocan en una vertiente más depurada y sintética, de corte visiblemente neoexpresionista, con gran predominio de la desproporción como recurso expresivo, la presencia de un trazo gestual, audaz, el uso muy libre y contrastante de la gama cromática, el protagonismo de fondos planos, neutros, el empleo del vacío como espacio esencial de significación. En esta última dirección, se torna paradigmático su abordaje de la técnica del esgrafiado, del arte de suprimir en lugar de colocar, como clímax o expresión más acabada de un arduo y fructífero proceso de depuración formal, de economía de recursos. Prueba de ello es la serie “Ballet”, del año 2013, en especial las imágenes dedicadas a homenajear a la figura de Alicia Alonso, en las cuales sobresale la elegancia del ritmo visual, la audacia de la composición, el minimalismo de la solución narrativa, así como la destreza y el inteligente manejo de las líneas sinuosas como metáfora de la sensualidad y el glamur de la danza.

VI
La serie “Face”, del año 2013, destaca también como una de las propuestas más valiosas del autor. Aquí se torna medular el empleo del grotesco como clave y catalizador del sentido de las obras. Son rostros groseros, chocantes, contrahechos. Miradas turbias, perdidas. Es el lado más sórdido del ser humano, sus demonios más profundos. Es buscar la belleza más allá del canon, del otro lado del espejo.
VII
También atractiva es la representación que hace Santos de la figura de José Martí, quien tampoco escapa a la línea férrea que invade los trabajos del autor. La concepción del bigote, con trazos quebradizos y nerviosos, se erige en metáfora del silenciamiento, de la coerción del lenguaje. Asimismo, la mirada, extraviada y lejana, le confiere un encanto adicional a la pieza. Todo lo cual es reforzado por los tintes poéticos del texto escrito que se visualiza sobre la imagen: “Callaron tu boca los que no conocen la fuerza de tu mirada…” Intenso homenaje a una de las figuras más emblemáticas dentro del proceso de construcción de la nación cubana, un nombre cuya resonancia y vigencia en el tiempo se tornan arrolladoras.
VIII
Para muchos, Miami en un cementerio de artistas. Creen que el exilio merma el rigor de sus trabajos, perturba la disciplina creadora. Sienten que las preocupaciones en torno a los numerosos “billes” terminan ahogando la voluntad artística, el ímpetu hacedor. Ello, unido al prejuicio casi generalizado de muchas galerías y museos para con el arte de la diáspora (sustentado en un morbo enfermizo hacia la situación política de Cuba y los habitantes de la ínsula), hacen bien difícil el camino para los artistas que deciden cruzarse a esta orilla. Sin embargo, Santos ha sabido superar todos esos escollos, ha hecho del obstáculo una virtud. Se ha dedicado de a lleno a su arte, sin importar las presiones del contexto, como si no existiera un mundo más allá de sus lienzos. Ha sido fiel a su inspiración, a su genuino talento. No ha traicionado sus motivaciones iniciales. No se ha dejado seducir por las veleidades del exilio y su mercantilismo castrador. La calidad de su obra, lejos de aminorarse, ha ido in crescendo. Lo cual habla muy bien de la entereza de su vocación.

IX
A veces me pregunto cuánto de autobiográfico habrá en las obras del artista, cuánto de su vida personal estará proyectado en sus telas y papeles. Y en esta dirección vienen a ser reveladoras las palabras del autor: “Representar todo tipo de emociones, a través de la historia de la Humanidad, es también una forma de canalizar mi vida emocional y espiritual, los recodos más íntimos de mi ser”. Con lo cual queda claro que la autorreferencialidad resulta crucial para el desciframiento de la clave de sentido de las obras de Santos, un artista todavía joven, pero con una poética madura, a la altura de las exigencias y el rigor del arte cubano actual.
X
Pienso que en el rejuego con los límites estará la clave de su éxito futuro. Y me refiero a todo tipo de límites: los del pudor, los de la Institución-Arte, los de las expectativas del exilio, los del grotesco como categoría expresiva… Vivimos en un mundo de bestias, en una humanidad despiadada, ensordecida. El arte de hoy, si quiere sobrevivir, no ha de andar jugando a los cuentos de hadas.
That´s the point.

Píter Ortega Núñez M.A. Art critics, curator and journalist.
Conversación con el artista el 20 de noviembre de 2014.